Street Fighter 2

Vamos a viajar un poco en el tiempo y a recordar el juego que marcó nuestra niñez. Como nos gustaría volver a esa época, y sobre todo al lugar al cual de nuevo tengo asociado un elemento de mi etapa pre-maletilla. Si me nombran Street Fighter 2, rápidamente me sitúo en La Azohía, hemos terminado de comer, se puede decir que estamos cansados, hemos estado toda la mañana en la playa, para arriba, para abajo, pescando con arco y flecha y construyendo edificios de arena de dudoso aguante. Mi madre nos da dinero para el premio final, corriendo salimos del patio exterior, doblamos las esquina y pasamos por la Bodega Molina, el hijo de los dueños tiene una moto de gasolina acondicionada para niños de nuestra edad pero seguro que no es más feliz con ese cacharro que yo con mi arco y mi flecha realizada con varillas de sombrillas. Dejamos atrás la parada de autobus que nunca cogimos, el cuartel de la guardia civil abandonado y la cabina de teléfono donde 1.000 chinos juegan al fútbol. Por fin llegamos, Bar Piscis, dentro nos esperan un par de partidas al Street Fighter, tres o cuatro peleas, si hay suerte y el primero que cae en gracia es Zangief. Un Mikolápiz para acompañar y sí el azar lo cree oportuno el mayor tesoro inimaginable esperaba al final, otro de regalo, y volvemos a casa como triunfadores. Toca descanso, la tarde será larga.