La vida es una sucesión rápida y continua de decisiones. Las opciones que vamos tomando, los interruptores que pulsamos, las manijas que giramos, resuenan en nuestra vida y en la de los que nos rodean, configurándolas, y, al final, definen lo que somos. Y todo cuanto somos y lo que hemos vivido está aquí, en nuestras conciencias. Esos momentos juntos, paquetes discretos de felicidad que habitan dentro de nosotros, son la fuerza invisible que nos mantiene unidos. Y que nos anima a seguir andando.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
El adaptador universal de viaje (II)
Ciudad del Cabo, República de Sudáfrica
9:09 AM
Lorenzo despertó con la leve sacudida provocada por las ruedas del tren de aterrizaje al contactar con la pista. Entreabrió los ojos, miró por la ventanilla y volvió a cerrarlos por efecto de la intensa luz solar que se colaba por el pequeño cristal. Según iba tomando consciencia de sí mismo, se sorprendió de no recordar apenas el viaje. La última imagen que se encontraba en su memoria era el momento de subir al avión en el aeropuerto de origen. Ni se había enterado del trayecto, a pesar de ser considerablemente largo. Giró la cabeza y en su mirada se cruzó el rostro de una azafata sonriente que lo miraba como si fuese a decirle algo.
Minutos más tarde, se encontraba en el aeropuerto, recogiendo su equipaje, que constaba de una única maleta pequeña, con ruedas, de color azul claro y asa telescópica de aluminio con una empuñadura de plástico gris y un botoncito para bajarla. Todo cuanto necesitaba para el viaje se encontraba ahí, incluyendo, por supuesto, su adaptador.
La antigua estación de abastecimiento holandesa de Ciudad del Cabo se abría ante sus ojos como una ciudad vibrante, bulliciosa, tumultuosa. El tráfico era considerablemente más denso que en Madrid, y personas de todas las razas caminaban por sus calles, conformando una metrópoli cosmpolita y moderna. Lorenzo no se sentía con muchas ganas de caminar, de modo que tomó un taxi hasta su hotel. La distancia al aeropuerto no era muy grande, pues éste se encontraba cerca de la ciudad, pero aun así a la llegada al hotel la oscuridad empezaba a caer sobre el lugar y las estrellas comenzaban a refulgir como cabezas metálicas de alfileres clavados en el acerico del firmamento. Bajó del taxi, recogió la maleta y se apresuró a la entrada del hotel. Sintió que se encontraba más cerca de su objetivo al sentir el tacto cálido y flexible de la puerta metálica con enormes vidrieras de colores.
El recepcionista le indicó amablemente dónde se encontraba su habitación, y Lorenzo, impaciente, subió por las escaleras. Una vez en la habitación, colocó la maleta sobre la cama y la abrió. Tras las capas de ropa y otros objetos, se encontraba el pentágono de plástico y metal. Lo extrajo cuidadosamente y giró la rueda central hasta seleccionar la clavija de dos patillas cilíndricas gruesas. Sus ojos buscaron rápidamente un enchufe en la pared, y, al encontrarlo, se dirigió hacia él y colocó cuidadosamente el adaptador. A continuación, dibujó una X en el plástico blanco del adaptador con el rotulador que llevaba en la maleta. Y sonrió satisfecho y aliviado.
(Continuará)
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3 comentarios:
Que trastorno sexual sería? Adaptofilia Universal?. jeje. Me ha gustado, espero el próximo cápitulo con ansia viva. ¿En que continente meterá el adaptador la próxima vez? Después de la publicidad
Jaja. No se me había ocurrido esa dimensión sexual de los viajes de Lorenzo. Tanta obsesión por meter la patilla en el agujerito...qué guarrete.
Me ha gustado, sigue así joven Padawane!
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