Fahrenheit 451 forma junto a 1984 y Un Mundo Feliz una muy buena trilogía de obras distópicas que describen una sociedad totalitaria, donde el individuo no tiene libertad y el uso de la tecnología para el bien del estado (nunca del ciudadano). Si Un Mundo Feliz daba una visión más técnica y ciéntifica y 1984 giraba más en torno a la política, Fahrenheit 451 tiene un enfoque más literario. Las tres obras son visionarias en su época de ciertas acontecimientos que están sucediendo y parece que vuelven a estar de actualidad entre otras cosas por versiones gráficas como la realizada por Tim Hamilton de Fahrenheit 451 y que cuenta con la bendición y participación entusiasta de su propio creador, Ray Bradbury.
La historia de los bomberos, entre ellos Guy Montag, dedicados a quemar libros con un lanzallamas porque supuestamente la lectura propicia la infelicidad, en vista de que ayuda a pensar, despertar la curiosidad y a no estar conformes, la escribió Bradbury por entregas en 1953 en Playboy. Una denuncia de la censura de libros en Estados Unidos, los sistemas totalitarios y una crítica social; a la vez que es homenaje y reivindicación de la lectura.
La vida es una sucesión rápida y continua de decisiones. Las opciones que vamos tomando, los interruptores que pulsamos, las manijas que giramos, resuenan en nuestra vida y en la de los que nos rodean, configurándolas, y, al final, definen lo que somos. Y todo cuanto somos y lo que hemos vivido está aquí, en nuestras conciencias. Esos momentos juntos, paquetes discretos de felicidad que habitan dentro de nosotros, son la fuerza invisible que nos mantiene unidos. Y que nos anima a seguir andando.
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