jueves, 1 de octubre de 2009

British Patógeno 3: Los árboles, la oscuridad y el tren con las luces amarillas


Todos los días ocurren cosas extraordinarias, de las que a menudo no nos damos cuenta. A veces me gusta imaginarme la vida como un plano en el que el tiempo es un elemento manejable, no rígido, y se puede mirar hacia atrás y hacia adelante, ver las cuerdas que unen eventos y sucesos a través de los años, y lo increíble que debe ser poder ver todas las conexiones que hay entre ellos, que seguro nos asombrarían. Como si fuese un documental de Historia, de esos en los que parece estar todo clarísimo, que dan la impresión de que sabemos todo lo que pasó y por tanto lo podemos ver desde una perspectiva desde la cual no pudieron verlo los que lo estaban viviendo.

Así, elevándome por encima de mi propia vida, me doy ahora cuenta de los acontecimientos que me han llevado hasta aquí, como una cadena invisible a nuestros ojos que realmente empezó mucho tiempo atrás. Me doy cuenta de que, si no me hubiesen gustado los idiomas, probablemente no habría estudiado inglés, no habría ido a aquella academia de irlandeses con los cojines verdes en las sillas de las aulas y por tanto no habría venido aquí. Yo no lo sabía, pero mientras estaba allí sentado haciendo ejercicios de gramática y redacciones, riéndome de todo con un compañero del cole y tratando de imaginar qué me diría la chica que me gustaba si le pedía salir al lado de los arbustos de bolitas rojas, estaba moviendo unas manijas invisibles que me llevarían a vivir en el extranjero 15 años después.
Si no me hubiesen gustado los ordenadores, seguramente estaría haciendo cualquier otra cosa en alguna otra parte, acompañado de otras personas con otras vidas. En ocasiones he pensado cómo habrían sido las cosas de no haber terminado alguna de las relaciones de pareja que he tenido, y lo cierto es que probablemente no estaría sentado en esta habitación con dos lamparitas de color amarillo y papel pintado en la pared con aspecto retro, sino quizá en un sofá de tela azul, en una cama con una mesilla a cada lado o en un banco de un parque de un barrio industrial.
A menudo me gustaría tener la capacidad de desgranar cada uno de los caminos posibles, cada una de las combinaciones de manijas que podía haber movido y ver cómo serían las cosas ahora en esas otras alternativas. Este es un tema recurrente para mí, siempre me ha fascinado esa idea, y ahora vuelve a mi mente con frecuencia.

Y mientras tanto, mientras me entretengo en pensar estas cosas, pasa un día tras otro, la vida sigue, entro, salgo, cojo un taxi, voy a trabajar, compro en el supermercado. Todo es extraño, pero a eso también te acostumbras: la sensación de estar constantemente descubriendo detalles que no conocías tiene un lado amargo y otro dulce. Varias veces a la semana diferentes personas me preguntan de dónde vengo (algunas también a dónde voy, e incluso una me pregunta siempre qué tal me ha ido el día, y esa es la mejor de todas), en un idioma diferente de aquel en el cual mi madre me decía que me fuera a dormir cuando tenía 3 años. Parecen cosas cotidianas, pero son cosas extraordinarias, todas nuestras vidas lo son, y las de todos los demás. Cuando vayáis al trabajo, bostezando en el metro, con los ojos entreabiertos leyendo las estaciones de la línea 6 y pensando en el alivio dulce y salvaje del tacto de la piel de vuestra pareja, que os esperará al salir de la oficina, pensad que podríais estar en cualquier otra parte, haciendo cualquier otra cosa, rodeados de cualquier otra gente, hablando quién sabe qué idioma. Todo cuanto hacemos, chicos, es extraordinario.

Un chico enamorado de su compañera de casa, que tiene la habitación justo encima, pone todas las noches en su ordenador la música que le gusta a ella, porque sabe que la está oyendo, acostada en su cama. Escoge cuidadosamente las canciones, imaginando sus gestos y el vello rubio de sus brazos erizándose al oír una canción que le trae buenos recuerdos. En la acera, mientras tanto, un hombre de media edad sale de su coche y a medio camino hacia su casa se da la vuelta para recoger del asiento trasero un pastel que trae para sus hijos. Una anciana se toma una taza de té junto a la ventana por la cual mira a dos gemelos rubios que vuelan una cometa. Y al mismo tiempo, el tren con las luces amarillas pasa a toda velocidad, haciendo susurrar las copas de los árboles en medio de la noche.


5 comentarios:

JugonTrucks dijo...

Que bien escribes majo!! te echamos de menos vuelve a la madre patria camarrada Tipejovich!!

Yo he pensado alguna vez en lo que dices al principio, estaría pero que muy bien ver nuestra vida desde fuera y poder descubrir esos pequeños detalles, esas conexiones que salvo casualidades de la vida nunca descubrimos. Aquel día que nos cruzamos con una persona por la calle y que no significaba nada para ti y que años despues se convierte en tu mejor amigo.

Y es totalmente cierto, todas nuestras decisiones por pequeñas que sean influyen en el futuro de manera muy clara. Pero hay influencias más difuminadas, si yo no hubiese hecho biología, no os hubiera conocido y creo que teneros como amigos ha influido en mi manera de pensar y en caminos que he tomado, hay tal cantidad de variables!!

Muy interesante lo de los universos paralelos, una pena no tener disponible un libro rojo de esos, de elige tu propia historia, nuestra vida es un poco así pero a lo grande, como un avestruz pero en grande.

El final es sencillamente genial, muy emocionante. Gracias por compartir tus pensamientos y espero que nos veamos pronto.

Un abrazo con patatas!

JugonTrucks dijo...

La canción de The Fray muy bonita, no la conocía

Rachel dijo...

George te estas volviendo todo un filósofo. Con esa redacción que se encuentra entre un cuento y un libro de autoayuda jejeje...

Las vidas paralelas creo que es algo que todos nos planteamos en algún momento de nuestra vida, en alguno o en varios, pero nunca lo expresamos más allá de nuestra mente. Y si lo verbalizamos en voz alta es con: "y si...".

Pero además de nuestros gustos, también influyen otras cuestiones como el entorno, las normas o el simple tiempo, ya sea horario o meteorológico.

Por ejemplo, cuando hice selectividad, una vez descartada Arquitectura, puesto que no tenía nota ni mente matemática, mi primera opción era Ciencias Ambientales y la segunda Geología. Entré en la segunda, años después un profesor de veterinaria en una optativa me dijo "en tu caso el sistema te ha hecho un favor", pues al no tener nota para ambientales habia entrado en geo (por aquel entonces se decia que la organización de ambientales no era buena, porque era muy nueva). Después de unos años comencé una segunda carrera, que es la que he finalizado. Y en enero comenzaré un master en arquitectura, que por cuestiones económicas era mi segunda opción.

Creo que mi vida se determina por las segundas opciones... le tengo que dar más vueltas a esto.
¿Cómo se determina vuestra vida?

Totoro dijo...

Ya veo la cuerda que une tu próximo paso en la vida, Ron Howard y Tom Hanks llamando a tu puerta, hablando en español sureño y pidiéndote que les vendas los derechos de British Patógeno 3, para su nueva película lacrimógena que llevará a un chico de Australia a invitar a la chica, que siempre se encuentra en el parque de su barrio, a invitarla al cine y a perderse entre las butacas de al fila 11.

Eres grande Constanza, pero por favor no vendas los derechos a los buenos de Ron y Tom... espera a Clooney y Soderbergh.

Ya te pegaré en el "costalar" cuando te vea, si es que no te ahorcas con una de esas cuerdas, para que no nos olvides.

P.D.: Yo también he pensado muchas veces que sería de mí si no me hubiera cruzado con dos chicos tan peculiares, uno calzando zapatos de padre y camisa rosa, y otro teñido de rubio y tosiendo como un tísico. Sorpresas te da la vida.

George dijo...

Gracias por vuestros comentarios y me alegro de que os haya gustado. Tengo que hacer mención especial a los libros rojos de los que ha hablado Elías, todo un icono de mi más tierna infancia jejeje. Cómo me molaba eso de ir tomando decisiones y ver cómo evolucionaba la historia según lo que hiciera.

La canción de The Fray yo tampoco la conocía, la descubrí hace unos días vía Last.fm (en UK es gratuito, tengo entendido que en España lo hicieron de pago o eso he oído).

También es verdad lo que dice Rachel, no solamente influye lo que nosotros mismos decidamos sino también otras variables externas que no podemos controlar, en ocasiones como consecuencia de las decisiones que van tomando otros y en otros casos simplemente factores totalmente externos como el tiempo.

Tranquilo Totoro que no pensaba venderles los derechos a ninguno de ellos. Yo hasta que no aparezca por aquí David Lynch no vendo ni cedo nada.