miércoles, 31 de enero de 2007

Lluvia oxidada sobre Bering II: Oostende


Los días libres que tenía le iban a venir muy bien. Podría descansar, relajarse, olvidarse un poco de todo. Y viajar, sobre todo viajar. Llevaba bastante tiempo sin pasar un día en Oostende, de modo que se subió en el segundo tren de la mañana. Desde Waremme el viaje duraba unas tres horas, así que tendría tiempo de sobra para planificar qué hacer al llegar allí.

El paisaje entre Waremme y Oostende era gradualmente cambiante. A medida que uno se iba acercando a la costa e iba subiendo la humedad, cambiaba la vegetación, el ambiente, cambiaba todo. Desde las enormes llanuras salpicadas de bosques que rodean a Ans, Waremme y Luik al penetrante olor a mar, a mar y brisa, a brisa y paz, que desprendía toda la costa. Pris llevaba unos vaqueros casi nuevos y una camiseta que Lorentz le había regalado hacía apenas 15 días. Y todo lo necesario para darse un baño.

Al llegar a Oostende se dirigió a la parada del autobús que llevaba directamente a la playa. Y debía ser hora punta, porque la enorme cola en la parada hizo que tuviera que esperar el paso de tres vehículos para poder subirse en uno. Pris odiaba las esperas. Las esperas, las colas, las aglomeraciones. Se desesperaba, se irritaba. Y, por si eso era poco, comenzó a llover. En cuestión de minutos el brillante cielo azul se encapotó en gris cerrado, descargando el agua con una especie de furia contenida.
Pero Pris, siempre afortunada, vio desaparecer cada una de las nubes que se cernían sobre su maravilloso día en cuanto llegó a la playa. El sol volvió a lucir, el agua estaba templada, todo era perfecto. Ya no recordaba cuánto tiempo hacía desde la última vez que se sintió tan feliz. Ya tumbada en la arena, concluido el baño, vio en un periódico tirado en el suelo un titular que la llamó la atención:

"LOS CAZADORES DE LIBÉLULAS EXIGEN UNA RENOVACIÓN DE LA POBLACIÓN"

Era verdad. La población de libélulas en vuelo había descendido notablemente en los últimos años. Tanto, que incluso había cazadores que aún no habían conseguido coger una. Cualquiera diría que todas ya estaban cazadas, porque, fuera cual fuera la causa, lo cierto es que era raro verlas volando libremente como antes. Pris comprendía a los cazadores, sabía que tenían razón y que las libélulas, que siempre habían sido esquivas, ahora eran difíciles de encontrar.

Esta noticia le causó un cierto malestar, y, como todo lo bueno y lo malo rara vez viene solo, comenzó a llover de nuevo. Si cabe, con más fiereza que antes. Pris recogió corriendo sus cosas, se dirigió a las duchas públicas y se volvió a vestir enseguida. Al salir de la playa, se topó en plena calle con la desagradable visión de una pareja joven con los ojos inundados de lágrimas. Despidiéndose. Quizá rompiendo, quizá atormentados por interminables capas superpuestas de problemas que jamás habían previsto. Veían desvanecerse el enlace multivínculo que creían eterno, veían a la sombra de su propia existencia alejarse en una pequeña barquita de madera que se pierde en la laguna de la soledad.

Pris, hipersensible, súbitamente perturbada por aquella visión, corrió hasta la estación del tren. Corrió más de lo que pudo y se subió -con sus vaqueros raídos empapados en agua de lluvia- en el primero que salió de vuelta a Waremme.

(Continuará)

1 comentario:

JugonTrucks dijo...

Ole ole, gonito, gonito, espero un nuevo capitulo como espero los nuevos de House, Prison Break y Perdidos