La vida es una sucesión rápida y continua de decisiones. Las opciones que vamos tomando, los interruptores que pulsamos, las manijas que giramos, resuenan en nuestra vida y en la de los que nos rodean, configurándolas, y, al final, definen lo que somos. Y todo cuanto somos y lo que hemos vivido está aquí, en nuestras conciencias. Esos momentos juntos, paquetes discretos de felicidad que habitan dentro de nosotros, son la fuerza invisible que nos mantiene unidos. Y que nos anima a seguir andando.
lunes, 22 de enero de 2007
Lluvia oxidada sobre Bering I: Waremme
Pris recorría el camino entre Ans y Waremme en tren, cada día. No era mucha distancia, pero andar por esos bosques al atardecer no le agradaba mucho. Bueno, en verano sí. En verano el bosque era agradable. Por la tarde el sol calentaba un poco y se oían algunos pájaros. Pero en otoño el camino se hacía tortuoso, plomizo, lastimero.
Lo bueno de Waremme era que, siendo un pequeño pueblo, encontraba en él cuanto necesitaba sin tener que viajar más lejos. Si se trataba de ir más lejos, le encantaba Oostende, pero era demasiada distancia para hacerla con frecuencia. Lo malo de Ans (que también tenía sus cosas buenas) era que estaba completamente muerto, el silencio era gris y apenas se veían personas por sus escasas calles. Lo más llamativo de Ans, ni bueno ni malo, era Marius.
Marius era un chico de aspecto pálido, muy serio, y al mismo tiempo muy bromista. Con aspecto de estar siempre preocupado, o al menos pensativo, Marius soñaba cada tarde con aviones que le llevaran lejos de allí. También solía atreverse a soñar que Pris estaba en esos aviones.
Pris, en cambio, viajaba en otra aeronave, pájaro de metal inalcanzable que jamás pisaba el suelo y que contaba con un único pasajero que respondía por Lorentz. Y Pris volaba, ya lo creo que volaba, sobrevolaba los lagos de fuego en los que está contenida la ausencia hasta llegar a Leuven. En Leuven, Lorentz; en Lorentz, campos de trigo verde, vuelos infinitos sobre el cielo a los que Pris se entregaba.
En un alarde de trágica ironía, Marius solía recibir la visita de Pris a su retorno de Leuven. Marius era agradable y, sobre todo, consciente, de modo que ejecutaba unas funciones que, por supuesto, Lorentz también podría hacer, pero para Pris era especialmente satisfactorio disponer de alguien dispuesto a servir de apoyo incondicional en cualquier momento. Marius callaba, a sabiendas de que liberar la presión contenida no sólo sería inútil sino también contraproducente. Hasta que una tarde, el denso peso del cielo de Septiembre cayó sobre él, aplastándolo y obligándolo a la confesión, que restalló en el aire como un trueno de cristal:
"Pris, yo te quiero. Y te buscaré, siempre te buscaré. Aunque sé que aún me quedan muchos aeropuertos, yo llegaré hasta tí".
(Continuará)
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2 comentarios:
Vuelve la vena escritora :O
…valiente Marius…(imagina ahora una bola reverencial) (sólo George sabrá a qué bola reverencial me refiero, lo siento x.D)
…
Hoy ha nevado! Qué emoción, qué emoción ^^
Bueno, yo no haré propagandas aquí (que ya bastante propaganda hago con mi nick x.DD)
Cuídate! Kisses!
Me ha parecido mu gonito, pero de verdad, gonito gonito. Deberias pensarte escribir un libro, se te da bien
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